El Proyecto Martínez

Aunque pueda parecer, a simple vista, un simple apellido más (y de los más corrientes del mundo hispanófono), Martínez es uno de los apellidos que más interés ha despertado en mí durante mis años de investigaciones. Martínez era el apellido de mi abuela materna, y es precisamente a través de ella que desciendo de una familia íntimamente conectada con la Península del Barbanza, en las Rías Bajas de Galicia. Fue en esa zona, y en varias otras de la provincia de La Coruña y el resto de España, que esta familia ha dejado su huella.

La iglesia parroquial de San Vicente de Noal (Puerto del Son), donde encontramos los orígenes más remotos de los Martínez.

Orígenes familiares

Los orígenes de la familia se remontan a principios del siglo XVIII, cuando Ignacio Martínez, vecino de la parroquia de San Vicente de Noal (Puerto del Son, La Coruña) contrajo matrimonio con Dominga Pérez, de quien enviudó en 1724. La pareja tuvo al menos un hijo llamado Ignacio Francisco Martínez, a quien encontramos en el interrogatorio de la feligresía de San Vicente de Noal, como fiel del millón del pescado y como único escribano público de la villa de Puerto del Son. El hijo de éste, José Martínez, fue escribano público del Puerto del Son entre 1767 y 1815. Dicho cargo estaba probablemente asignado, quizá de manera extraoficial, a la familia Martínez, pues su hijo Alonso Martínez Blanco fue escribano (en este caso no sólo del Puerto del Son, sino también de la Puebla del Caramiñal y Noya, entre los años 1792 y 1837), mientras que otro hijo, Pedro Joaquín, lo fue de la villa de Muros. El tercero, Román Rosendo (conocido como Román Martínez de Montaos) fue un estadista y economista cuya vida merece ser estudiada a parte.

Existía, además, una relación cercana entre los Martínez y otras familias de la zona ligadas al mundo de la escribanía y de la notaría. Cabe destacar, por ejemplo, a Francisco Javier Rivadulla, cuyo padrino fue el también notario Miguel José González-Soldado Romero, historiador y escribano de La Puebla del Caramiñal entre 1752 y 1789. Su hija, Jacoba, contrajo matrimonio con Alonso Martínez Blanco, mencionado anteriormente.

Los Martínez y sus ramificaciones

Alonso Martínez Blanco y Jacoba González-Soldado Martínez (a pesar de la coincidencia de apellidos, no existen pruebas de que los cónyuges estuviesen emparentados) tuvieron doce hijos en algo más de trece años de matrimonio. De ellos, sólo tres varones y seis hembras llegaron a edad adulta. Cada uno de los hijos varones contrajo matrimonio, fundando así un nuevo linaje que portaría el apellido Martínez hasta por lo menos mediados del siglo XIX. El primogénito, Miguel Jacobo, a quien estudiaremos con detenimiento más adelante, parece haber sido el primero de su familia en no haberse dedicado a la profesión de escribano; se le describe como «propietario» en varios documentos. Su matrimonio con Josefa Fernández Lapido dejó amplia descendencia, como veremos a continuación.

El segundogénito, José Martínez González-Soldado, fue Interventor del Resguardo Militar. Políticamente de tendencia liberal, sufrió un prolongado exilio que interrumpió su vida conyugal, dejando a su esposa e hijas en Galicia mientras se refugiaba en Portugal. Tras una amnistía otorgada por la Regente María Cristina, regresó a Pontevedra, donde nacerían seis hijos más. De sus hijas, las hermanas Martínez Escalada, hablo en detalle en este artículo.

El tercer hijo de la pareja al que mencionaremos fue Ildefonso, quien al contrario que su hermano, parece haber apoyado a los absolutistas durante las diversas contiendas que marcaron el plano político durante el siglo XIX. Su matrimonio con María Manuela Antonia de Santos Martínez produjo cuatro hijos, un varón y tres hembras, de los que sólo nos queda constancia del matrimonio de la más pequeña.

Miguel Jacobo Martínez, el mayor de los tres hermanos que acabamos de mencionar, se dedicó únicamente a ser «propietario». Desheredado por su padre, y expulsado de la casa familiar por haber dejado embarazada y posteriormente contraer matrimonio con una joven de origen humilde, abandonó La Puebla del Caramiñal para instalarse en la vecina villa de Noya, localidad con la que la familia ha guardado un estrecho vínculo desde entonces. De dicha unión, tan controvertida para la familia, nacieron en total nueve hijos, aunque de nuevo sólo mencionaremos a tres de ellos: Manuel María, Jacobo y José María.

Manuel María Martínez Fernández (1830-1906) fue un abogado y posteriormente notario afincado en Santiago de Compostela, que además ejerció brevemente como regidor de la villa de Noya. Su matrimonio con Adelaida García Somoza produjo nueve hijos, de los cuales destacaremos a Ramón por haber sido alcalde de Logroño en dos ocasiones; a Ignacio, militar marino que fundaría la rama de los Martínez-Lacaci; y a Jesús, también Militar, que fue el progenitor de los Martínez Posse de La Coruña y Oleiros.

Jacobo Martínez Fernández (1835-1873), al contrario que sus hermanos, permaneció en Noya, donde trabajó como procurador del juzgado de la villa. Fue, según palabras de su propio nieto, «un segundón que se dedicó a vivir trabajando lo menos posible». Su matrimonio con Pilar Ronquete le dio ocho hijos (cuatro de los cuales llegarían a edad adulta), en los cuales se han perpetuado las ramas que de él descienden, como los Martínez Pereiro, los Martínez Brell, los Martínez-Romero y los Martínez Roura.

José María Martínez Fernández (1838-¿?) fue maestro nacional, y fue probablemente su profesión la que le llevó a vivir en Puenteareas, en la provincia de Pontevedra. Allí nacerían sus siete hijos, de apellido Martínez Hernández, pero en cuestión de años éstos se habían instalado en otros puntos de España: Arsenio, Ramón y Arturo se instalaron en Mugardos (La Coruña), mientras que José residió en Pontevedra; Miguel se instaló en La Coruña y fue el fundador de la línea de los Martínez-Almoyna; Evaristo y Carmen, por su parte, acabaron yendo a Barcelona, donde fundaron sus propias líneas.

 

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